miércoles, 27 de febrero de 2013

Los trabajos de Hércules - El Zodíaco


Aquel que preside miró hacia adelante, a los hijos de los hombres, que son los Hijos de Dios. Él vio la luz de ellos y el lugar donde estaban parados sobre el Sendero de retorno al Corazón de Dios. La Senda recorre un círculo a través de los doce grandes Portales y, ciclo tras ciclo, los Portales se abren y los Portales se cierran. Los Hijos de Dios, que son los hijos de los hombres, caminan por allí.

Poco clara es la luz al principio. Egoísta la tendencia de la aspiración humana, y oscuros los actos resultantes. Lentamente los hombres aprenden y, aprendiendo, pasan entre los pilares de los Portales una y otra vez. Lerda es la comprensión, pero en las Antesalas de la Disciplina, encontradas en cada sección de la cósmica extensión del círculo, la verdad es lentamente comprendida; aprendida la lección necesaria; la naturaleza purificada y enseñada hasta que se ve la Cruz –esa Cruz fija y a la espera, que crucifica a los hijos de los hombres, prolongada en las Cruces de los que sirven y salvan.

Del conjunto de hombres, un hombre se adelantó en los días de la antigüedad y sorprendió el ojo vigilante del Gran Anciano que preside eternamente dentro del Concilio de la Cámara del Señor. Se volvió hacia el que estaba de pie cerca suyo y dijo: "¿Quién es esa alma sobre el Sendero de la vida, cuya luz puede ahora ser vista oscuramente?”.

Rápidamente llegó la respuesta: "Esa es el alma que, en el Sendero de la vida, experimenta y busca la clara luz que brilla desde el Alto Sitio".

"Déjala proseguir sobre su senda, pero vigila sus pasos".

Los eones velozmente continuaban su curso. La gran rueda giraba y, girando, traía el alma que buscaba sobre el Sendero. Después, llegó un día en que Aquel que preside el Consejo de la Cámara del Señor atrajo nuevamente al círculo de Su radiante vida al alma que buscaba.

"¿De quién es esta alma sobre la Senda de sumo empeño cuyo resplandor oscuramente se distingue afuera?” Llegó la respuesta: "Un alma que busca la luz de la inteligencia, un alma que lucha".

"Dile de parte mía que vuelva a la otra senda y luego que viaje alrededor del círculo. Entonces encontrará el objeto de su búsqueda. Vigila sus pasos y, cuando tenga un corazón comprensivo, una mente anhelante y una mano diestra, tráemela".

Nuevamente pasaron los siglos. La gran rueda giró y, girando, llevó a todos los hijos de los hombres, que son los Hijos de Dios, sobre su senda. Y mientras estos siglos pasaban, un grupo de hombres emergió y lentamente cambiaron a la otra senda. Ellos encontraron el Sendero. Pasaron los Portales y se esforzaron hacia la cima de la montaña, y hacia el lugar de muerte y sacrificio. El Maestro vigilante vio un hombre emerger de esta multitud, subir a la Cruz fija pidiendo hazañas que cumplir, servicios que rendir a Dios y al hombre, y buena voluntad para recorrer el Sendero hacia Dios. Se paró delante del Gran Ser que Preside, el cual trabaja en el Concibo de la Cámara del Señor y oyó adelantarse una voz:

"Obedece al Maestro en el Sendero. Prepárate para las últimas pruebas. Pasa a través de cada Portal y en la esfera que ellos descubren y guardan, ejecuta el trabajo que convenga a su esfera. Aprende así la lección y empieza con amor a servir a los hombres de la tierra". Luego le llegó al Maestro la palabra final: “Prepara al candidato. Dale sus trabajos a realizar y coloca su nombre sobre las tablas de la Senda viviente".

(El tibetano)

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